sábado, enero 27, 2007

¿Digna? ¿Digna cómo?

Toda la historia de la arquitectura y de la ciudad, sobre todo del siglo 20, es un muestrario de intentos fracasados la mayoría de ellos, de buscar, probar, inventar modelos de viviendas sociales y ciudades planificadas. Todavía los concursos de viviendas de protección oficial del Incasol, de la Generalitat, se siguen presentando a los jóvenes arquitectos como la posibilidad de hacer experiencias novedosas sobre el asunto, en los mismos términos en que se planteó en los años 20/30/40 (una vez acabadas las guerras, y teniendo por delante que reconstruir las ciudades).

Pero si hay un "problema" para el que la creatividad, la batería de ordenanzas, la capacidad de planificación, la industria de la construcción, de la prefabricación, los nuevos códigos técnicos, las artes del bien habitar, la composición estética, etc., ya no forman parte de la mejor y económicamente más razonable respuesta posible, ese es el de la puta casa.

Inabordable, completamente en crisis, ya fuera de toda ley, tomado por la mafia. La reivindicación que pueda hacerse no tiene marco, no hay nada que pedir a ningún interlocutor.

¿Cuál vivienda? ¿Digna? Digna ¿cómo? ¿Dónde digna? ¿Cuál recipiente para vivir cómo, con quienes? ¿En qué ciudades?

Y el problema, tal como es de profundo se nos esta presentando, puro conflicto lleno de matices.


Entonces por un lado están las manis de la vivienda, y la politización que parece suceder al ritmo mismo de la manifestación en la calle, comparable al 13M. Y por otro ramas, que se abren, se despliegan, se cruzan, por ejemplo: el forat, si pones la mirada ahí, todo lo que dice el Forat acerca de con cuanta autonomía se esta permitido vivir la ciudad y como se traduce eso al espacio vital, con el parque autogestionado secándose, los policías dentro meando en las macetas, el espacio vallado, los vecinos moviéndose como si se tratara de un lugar ajeno. O la calle Robadors y la población pobre del chino (ver De nens), o en Poble Nou que se han cargado una importante coordinación entre colectivos (muchos de ellos ya no de pobres sino de profesionales, como historiadores, arquitectos, etc. que hicieron el trabajo de documentación del patrimonio de arquitectura industrial...), o en todos los procesos de participación vecinal abiertos por el ayuntamiento y fraudulentos hasta la insolencia...todo movimiento hacia la pura reivindicación es ingenuo, toda resistencia es inútil, y así es como los movimientos vecinales parecen estar hoy en crisis, medio disueltos, aburridos.


Ya se ha demostrado que otra respuesta-solución-alternativa de parte del estado que la impunidad y la represión no habrá. Por eso, pensando en el ida y vuelta del asunto, la radicalización será inevitable si sucede que todos los conflictos que sobrevivan se enhebren entre sí, y entonces el "proceso interno" coincidirá con la impotencia ya total de intentar corregir las políticas hacia la vivienda y la ciudad desde los movimientos sociales, digamos dentro del "modelo clásico", y el reconocimiento de que es imposible pensarlo como hasta ahora.

Ni idea como continuará el asunto, pero ha aparecido en la calle un problema de una magnitud otra, para el que no hay alternativa posible, por lo menos mientras se mantenga este estado de cosas, y que, casi mas que ningún otro define nuestra vida.


Por eso, mas allá de que sea gracioso, los chilenos de la calle Urgell plantan la bandera porque están sitiados, en guerra, y es absurdo pero es cierto que esa es la dimensión.

En fin, como hay que poner la V pongo la del Vaso medio lleno, pero en la parte de arriba, como los de Solano.

A.D.

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